Por Paula Tafur Chávez y Andrea Mejía Contreras
Este año 2020, el mundo entero experimentó la pandemia ocasionada por el virus COVID-19. Y nuestro país no fue la excepción. El 16 de marzo el presidente Vizcarra decretó Estado de Emergencia Nacional, entre cuyas medidas se dispuso la cuarentena obligatoria por un periodo de tiempo que terminó ampliándose a 107 días [1]. Este contexto, además de la crisis sanitaria, trajo consigo la ruptura y reorganización de la vida cotidiana de millones de peruanos y peruanas quienes, hasta hoy, buscamos hacer frente a la pandemia.
En este escenario, dos antropólogas nos preguntamos “¿qué podemos hacer para dar sentido a nuestras experiencias, comprender lo que pasa en el mundo y conectarnos a pesar del confinamiento?”. Lo que comenzó siendo una inquietud existencial, terminó por convertirse en un proyecto de investigación etnográfica digital y a distancia: “Retratos de cuarentena” (@retratosdecuarentena). A través de una cuenta en la red social de Instagram convocamos a las y los usuarios a compartir sus historias personales sobre cómo viven la cuarentena con y a través de imágenes. Este proyecto, a pesar de su corto alcance, nos permitió acercarnos a conocer las diferentes percepciones y experiencias individuales del aislamiento social en el contexto de la pandemia del COVID-19. De esa manera, fuimos creando -en colaboración con las y los usuarios de Instagram- un archivo fotográfico, digital y en tiempo real, que resguarda nuestras imágenes y memorias de un episodio significativo de esta historia colectiva.
Elección metodológica
Desde tiempos remotos, las imágenes han sido usadas como un medio para expresarnos sobre nosotros mismos, nuestras subjetividades, realidades, necesidades y deseos. Estas imágenes que hemos ido creando muchas veces son archivadas con la intención de algún día volver a ellas, compartirlas con otros y otras, o simplemente conservarlas como evidencias para la posteridad. En ese sentido, las imágenes que elegimos capturar y custodiar son vehículos para comunicarnos, así como para reconocer(nos) y rememorar un momento significativo de nuestras historias.
De otra parte, las tecnologías digitales han facilitado cada vez más el registro cotidiano de nuestras rutinas, entornos, espacios de convivencia y de aquellos con quienes los compartimos. La fotografía digital se ha vuelto, quizás, el principal medio a través del cual producimos imágenes hoy en día. Esto ha facilitado el intercambio y la circulación de las fotografías y videos de nuestra vida cotidiana a través de redes sociales y plataformas digitales, como ocurre en el caso de la aplicación Instagram.
Tomando en cuenta estos criterios, decidimos desarrollar el proyecto a través de Instagram dado que su diseño está enfocado en almacenar y exhibir fotografías y videos en formato digital; es, además, una red con la que estamos familiarizadas por el uso cotidiano que le damos, y posibilita la circulación y conexión con usuarios en todo el mundo. A su vez, optamos por una metodología de investigación con/de las imágenes digitales que toma elementos del photovoice, la fotodocumentación y la fotoelicitación[2].
Partiendo de la pregunta “¿cómo vives la cuarentena?” invitamos a las y los usuarios de IG a crear y enviar un retrato con que respondan a la pregunta, acompañado de un texto que, de testimonio, relate o describa esa -o esas- imágenes. La intencionalidad detrás del planteamiento tan abierto de la pregunta fue dar pie a la libre interpretación e imaginación de las personas sobre cómo las imágenes que registrasen podrían comunicar o expresar esas vivencias. En ese sentido, los avances – o hallazgos- que presentamos en este post corresponden al análisis de los retratos y relatos recibidos, así como de las interacciones que se produjeron alrededor de ellas y la cuenta; y, finalmente, de nuestras reflexiones sobre la metodología desarrollada.
Imágenes que cuentan historias, documentan y generan diálogos en línea
Dado que este proyecto se planteó como una exploración de la etnografía digital empleando métodos visuales de investigación, decidimos incluirnos como participantes y desempeñar los roles de investigadoras, usuarias y administradoras de la cuenta a lo largo de todo el proceso. Ambas creamos las primeras publicaciones de la cuenta donde presentamos nuestras propias experiencias de la cuarentena, cada una enfatizando en aquello que nos resultaba más significativo. A la par, fuimos compartiendo la cuenta @retratosdecuarentena a través de menciones en las historias de nuestras cuentas personales, lo que iban replicando nuestros contactos; de modo que comenzó a circular y difundirse la cuenta y la convocatoria a participar.
Poco a poco comenzamos a recibir retratos de personas en diferentes regiones del país, así como de otros países, y a crecer en número de seguidores e interacciones diarias en la cuenta. A lo largo de los 107 días que duró la cuarenta llegamos a realizar 62 publicaciones, 2 de ellas con las preguntas e indicaciones del proyecto. Las 60 publicaciones [3] restantes fueron los retratos compuestos por un breve texto y un objeto visual, ya sean fotografías, videos, capturas de pantalla y collages. La mayoría de los participantes optó por colocar su nombre; sin embargo, hubo algunos casos en los que optaron por usar un seudónimo.
A grandes rasgos, los temas centrales que atraviesan estos retratos son: cuestionamientos sobre el aislamiento social; estrategias para afrontar el encierro y la incertidumbre; interacciones y (re)conexiones online y offline; distinción entre el antes y el ahora; efectos y respuestas a las rupturas de los vínculos sociales; reorganización de las rutinas y actividades cotidianas; y reflexiones sobre el privilegio de clase y gratitud hacia lo que cada uno es -y con lo que cuenta.
Así como los temas, las imágenes que conforman este archivo digital son muy diversas entre sí. Desde autorretratos o selfies; documentación de actividades y espacios de uso cotidiano; vistas de paisajes exteriores e interiores; capturas de pantallas de videollamadas y conversaciones virtuales; video composiciones y fotos a detalle de los cuerpos, personas y espacios que se habitan o comparten; fotos de familiares, mascotas, plantas, comidas, etc. Esta gran diversidad nos permitió ver y comenzar a entender los múltiples dilemas y reflexiones que suscita el contexto de pandemia y, particularmente, la vida que transcurre en la condición de cuarentena.
Una de las grandes reflexiones que abordan los testimonios tiene que ver con los conocimientos previos y actitud cómo uno se enfrenta al aislamiento social. Muchas personas hicieron referencia a conocer, previo a este contexto, el aislamiento y la cuarentena. En algunos casos se trataba de personas que viven con cuadros de ansiedad y depresión que los ha llevado a reconocer(se) y reaccionar en este contexto bajo esos términos, en los que la incertidumbre, la presión y el medio los abruma y conduce al encierro. En otros casos, la familiaridad con la cuarentena ha estado relacionada con aquellos periodos postparto que las mujeres madres siguieron por asegurar el cuidado de sus hijos y que, de cierta forma, se asemeja a la experiencia actual. En ambas situaciones, la familiaridad con el estado de reclusión ha devenido en poner en práctica herramientas, previamente adquiridas, para hacer frente a esta situación impuesta de manera obligatoria. Sin embargo, eso no ha significado que la incertidumbre, el temor y el cansancio hayan estado ausentes a lo largo de este contexto.
Por otra parte, muchas personas hacían referencia al hecho de tomar una actitud positiva, paciente y agradecida por el día a día y las oportunidades que este periodo de aislamiento les permitió reconocer lo que trajo a sus vidas. En estos casos, siempre hacían mención sobre su privilegio de clase, mostrando una actitud consciente de las grandes desigualdades y pobreza que millones de peruanos y personas en el mundo enfrentan y que se hacen aún más duros en este contexto. Contar con una canasta básica de alimentos, acceso a vivienda, servicios básicos, cierta estabilidad económica y compañía fueron algunos de los factores que para ellos y ellas les permitió sopesar y mantenerse durante la crisis. A su vez, gracias a esas condiciones, la reorganización de las rutinas y el sostenimiento de los vínculos sociales comenzó a asumir nuevas direcciones. Muchas personas hacen mención de aquellas actividades y lazos que se reanudaron y fortalecieron durante este contexto, que fueron facilitados por la conectividad digital y el periodo prolongado de convivencia.
La adaptación a lo digital fue también un tema recurrente, asociado al despliegue de la vida on line/off line, marcado por un punto de inflexión que fue el inicio de la pandemia. Muchos de los retratos y testimonios dan cuenta de cómo las personas están utilizando y reutilizando las redes sociales y plataformas digitales para responder a la ruptura de la cotidianidad y reorganizarse para continuar cuidándose, educándose, trabajando, siendo productivos, creando, entreteniéndose y manteniendo, sobre todo, el contacto y los vínculos afectivos con sus pares. Esto ha llevado a muchos a preguntarse si realmente estábamos aislados y si, de ahora en adelante, estos usos de lo digital serán sostenidos y ampliados.
Conclusiones
A modo de conclusión, queremos resaltar las posibilidades que el uso de medio digitales abren para la investigación de forma remota. Lo que presentamos es solo una forma en la que se puede analizar la información obtenida a través de la plataforma de Instagram Retratos de cuarentena. La etnografía en y a través de medios digitales existe ya hace mucho tiempo, sin embargo, en un contexto de aislamiento social que impide la interacción física entre personas, recurrimos a estas formas digitales con mayor fuerza.
En nuestro caso, utilizar Instagram nos abrió muchas posibilidades como la confidencialidad de nuestros informantes, una forma de recolectar información a distancia sin límites geográficos que lo impidan, generar una comunidad y poder observar sus interacciones a través de este espacio social. Esto gracias a las características propias de la plataforma escogida, Instagram. Dentro de estas características está la posibilidad de agrupar fotografías mediante hashtags, etiquetar, mandar mensajes privados desde cuentas que pueden ser anónimas, entre otros.
Al ser esta plataforma un espacio donde se comparte contenido visual, se fue creando un archivo participativo en tiempo real. Este archivo recogía las formas en las que las personas vivían la cuarentena y la pandemia, las experiencias que querían compartir, lo que consideraban que debía ser mostrado y guardado para recordar en un futuro. A través de sus fotografías enviadas evidenciaban que aspectos son relevantes para ellos para poder representar y crear una memoria de lo que sucede en la actualidad. Las fotografías digitales no son objetos aislados, estas cuentan con narrativas, visualidades, formas de organización, audiencias y circulación. Las fotografías también pueden ser entendidas como objetos visuales performativos cuyas posibilidades se activan, por así decirlo, solo por prácticas sociales específicas. En este caso activadas por las preguntas hechas a través del perfil de Instagram creado.
A través de la creación de este archivo, que además de participativo, era abierto a todo el público, se pudo ir creando una comunidad entre los seguidores de la cuenta. Muchos se llegaron a sentir identificados con las diversas temáticas que se abordaron en este espacio, como también sentir que su experiencia, o retrato de cuarentena, era valorado o apreciado por otros usuarios que les mostraban apoyo o comentaban.
Nosotras, no solamente participamos como investigadoras, sino también mandamos nuestras propias fotografías y relatos. El hecho de ser partícipes en este proyecto no solo nos permitió el “estar ahí”, sino también experimentar esta sensación de colectividad, de conformación de un archivo y de poder también analizar nuestros propios relatos dentro del colectivo. Finalmente, consideramos que el análisis de los hallazgos que presentamos continúa en desarrollo; la situación metodológica creada a través del perfil de Instagram da la posibilidad de continuar analizando los datos que emergen mediante esta experimentación visual y digital. Los invitamos a seguir la cuenta y escribirnos.
Por otra parte, el método de la fotoelicitación propone a las y los participantes tomar fotografías que luego serán compartidas y contrastadas con los registros de otras personas participantes; a través de este proceso se generan diálogos e interacciones en la cuenta donde emergen significados y reflexiones a través de una conversación colectiva y los contextos donde circulan estas imágenes. Finalmente, el photovoice parte de la relación entre participantes y un entorno social amplio, donde se utilizan las fotografías para generar acciones y enganchar a las y los participantes con la investigación en proceso. A través de este método, se busca fortalecer estos vínculos, empoderar y dar valor a esas voces e imágenes personales, lo que ayuda a continuar afrontando un contexto de crisis como es la pandemia. Para mayor información sobre estas metodologías, sugerimos revisar el texto “Visual Methodologies. An introduction to researching with visual material” de Gillian Rose (4ta ed, año 2016).
Fotografía de portada: Camila Borge Pérez [IG: @cam_otito]